La fachada es un concepto denostado. Es sólo fachada, se dice cuando algo o alguien es superficial, aparente, vacío. Pero es injusto. La fachada de las cosas también requiere mucho trabajo y dedicación, tanto como el interior. Primero, porque la fachada es la imagen que proyectamos en el exterior, con la importancia que eso tiene. Y segundo, porque constituye la frontera entre nosotros y el resto del mundo. Es la piel, el muro que nos protege de las agresiones foráneas.
La fachada y la cubierta son un asunto primordial en rehabilitación. Son el rostro de un edificio y, a la vez, son esa frontera que nos separa del sol, del viento, de la humedad y de la lluvia. En un edificio del donostiarra barrio de San Antonio acometimos un trabajo de estas características. Realizamos varias actuaciones en la cubierta, como limpieza de canalones, sustitución de tejas en mal estado y revisión de las bases de antena. En las terrazas, sustituimos las baldosas antiguas y colocamos tela asfáltica con su protección de mortero. También cambiamos las mamparas de policarbonato por otras de aluminio y cristal, e hicimos arreglos en el muro, reventado por filtraciones de agua, mediante la colocación de un perfil metálico y, sobre él, una fábrica de ladrillo raseado y pintado.
Un trabajo en la frontera. Las inclemencias no tienen ya permiso de entrada.
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